viernes, 25 de mayo de 2018

Empatía...




Quien no ha sido cuidado, no sabe cuidar.
Quien no fue valorado, no valorará.

Quien no fue querido, no sabrá querer.
De quien no estuvieron pendiente, no lo estará.

Quien no fue libre, libertad dará.
No tendrá apego, empatía ni necesidad.

Sólo vivirá el momento, incluso lo disfrutará.
Pero no esperes que sienta más.

No sabe, no puede, no le enseñaron.

No es que no quiera, es que no sabe. O al menos no sabe de la manera que tú entiendes. Puede quererte mucho y no decírtelo jamás. Puedes no querer a alguien y que crea que si, por interpretar a su manera lo que recibe de tí. No es lo que nos dan, es cómo lo interpretamos nosotros según las necesidades que traigamos en la mochila.

Todos conocemos a hombres que tratan fatal a sus mujeres en público, humillándolas, y ellas responden con una sonrisa y son las más enamoradas del universo. Y viceversa.

Por alguna razón lo harán. Los que humillan, quizá por haberse sentido humillados antes, y los que se dejan humillar, vaya usted a saber por qué. Quizá vieron a sus madres hacer lo mismo. O no. O les compensa por alguna extraña razón.




Aceptemos a los demás como son. Que los demás nos acepten a nosotros como somos.
No hay más, no nos queda otra. 
No juzgar, no etiquetar, no encasillar.
Como haces esto, eres así. Como no haces lo otro, eres asao. NO.

Cada uno hemos nacido y crecido en un molde distinto, y distintos somos, de hecho. No hay dos personas idénticas. Cada ser humano tiene unas características provocadas por cada situación que ha vivido. Dónde nació, el cariño de su familia, la situación económica en la que creció, la relación con sus amigos o parejas, con sus profesores, la disciplina que le inculcaron, los valores, y además de todo eso, la carga genética que cada uno ya traemos de serie. Una mezcla explosiva de matices que conforman a cada persona y la hacen única.

Dicho esto, es imposible que sepamos cómo reaccionar con unos o con otros. No hay una regla ni instrucciones para saber cómo actuar con cada persona con la que nos cruzamos en la vida. Normalmente, la hipocresía que inunda a esta sociedad, hace que la gente se mantenga en un plano superficial con los demás, por lo que se pueden tener 300 amigos a los que no conoces de verdad ni te interesa, pero los ves todos los fines de semana y les haces regalos por su cumpleaños.

A unos les gusta hablar de su intimidad, a otros no. A unos les gusta la gente profunda y a otros la superficial. Unos se divierten con el fútbol y otros leyendo novelas. Unos son felices haciendo senderismo y otros relojes de madera, unos viendo realities y otros leyendo tochos filosóficos de hace miles de años. Unos quieren amor, otros sólo sexo. A unos les gusta que le hagas cosquillas en la espalda y a otros les horroriza. Pasar la tarde montando en bici por los montes o en el sofá viendo series. Fumar porros para estar relajado o hartarse de anabolizantes para estar cachas.


No somos iguales señores, por mucho que se empeñen las campañas ministeriales. Y no me refiero a la diferencia de colores o de razas, no. Me refiero a la diferencia entre nosotros, en cada átomo de nuestro cuerpo.

Lo que a uno le puede gustar, complacer, ofender o afectar, a otro no. La sensibilidad es algo tan abstracto que no se puede medir. Y cada uno tenemos la nuestra, ni mejor ni peor, forjada a base de experiencias, buenas y malas. Es cierto que las malas dan más puntos y te enseñan mucho más que las buenas, por lo que cuando tenemos una mala racha, en vez de hundirnos y quejarnos de nuestra mala suerte, hemos de aceptarla como parte del juego, y ser conscientes de que estamos viviendo una experiencia de la que se puede sacar mucho positivo. Algunos tenemos un Máster en palos ya. La resistencia al dolor, la entereza ante las traiciones, la templanza que adquirimos ante los reveses de la vida, el poder que tenemos para superarlos y las ganas que le ponemos a salir del hoyo. Cuando nos cruzamos con alguien que ha vivido-sufrido-disfrutado algo similar a nosotros, es mucho más fácil encajar, que con alguien que viene de un molde distinto. No hay nada como haber pasado por lo mismo para entenderse.


Unos caen en depresión crónica porque su novio le puso los cuernos con 20 años y ya no levantan cabeza en su vida. Otros son vapuleados, engañados y traicionados mil veces y aún sí, siguen creyendo en los demás y arriesgándose. Otros no han recibido palos ni se exponen a ello. Hay de todo. Y todo depende de la fortaleza mental de cada uno.
Y eso no se compra, ni se aprende. Cada uno reacciona de distinta forma ante las adversidades, y ante la suerte, y así actúa con los demás, como sabe, simplemente.

Es por eso que cuando empiezas a conocer a alguien (hombre, mujer, animal o cosa), según va pasando el tiempo, vas viendo que encajas en unas cosas y en otras no, y a partir de ahí, es cuando se decide si esa persona (animal o cosa) pasa a ser importante en tu vida o simplemente la dejas pasar sin más, según encajen las personalidades en mayor o menor medida.


La conexión neuronal entre dos personas existe o no existe. Si tienen cosas en común, si tienen gustos similares o preferencias parecidas, acabarán manteniendo una relación de amistad, amor, sexo (necesario un poco de química también), o lo que sea que quieran mantener. Si tienen EMPATÍA, la cosa promete. Pero si no...

Puede pasar que a uno le guste el 80% de la forma de ser de otro, y que a ese otro, le guste sólo el 20% de las cosas de ese uno. Ahí poco hay que rascar. Uno de los dos se aburrirá más temprano que tarde.
El amor no se acaba, pero la paciencia, si.


Normalmente, la conexión ronda el 50%, ni fú ni fá, y eso forma el grueso de la sociedad, gente que ni fú ni fá, con la que te puedes tomar 3 cañas cada 6 meses y parece suficiente como para llamarlos "amigos".
Lo complicado de verdad, es toparte con alguien con quien encajes al 80% bidireccionalmente, eso es prácticamente un milagro! Y al igual que las brujas, haberlos hailos.


Para llegar a saber el porcentaje de encajamiento con alguien, tienes que pasar por muchas situaciones, para ver cómo reacciona y así saber si te mola o no su compañía, y al otro la tuya. Situaciones positivas y también negativas. Habrá veces que encajes, y otras que no. En tres días no puedes saber si esa persona encaja contigo o no. Y toda idea que te hagas, dará la vuelta. Hay que ser paciente y no correr (y lo dice la campeona de España de 400 metros lisos con toda clase de obstáculos).

Recuerdo a uno con el que estuve hace años, que me encantaba, me trataba como una reina, pero ¡ops!, tenía la fea costumbre de tratar a las camareras y dependientas como si fueran sus sirvientas, y oye, lo siento, pero hay cosas con las que no puedo. Serás maravilloso y me harás feliz, pero así no se trata a la gente, lo siento. No puedo. No he nacido pa reina.
Por cosas así puede irse una bonita relación a la mierda. Hay también gente que aguanta las cosas que no le gustan, allá ellos.


Toda esta reflexión, es para decir que tenemos que valorar lo bueno que nos dan, y valorar si lo malo es tan grave como para quedarse sin lo bueno. La mayoría de las veces no. Lo mucho bueno puede con lo poco malo, excepto en las películas. Pero tenemos la mala costumbre (yo la primen) de darle más importancia a lo poco malo que a lo mucho bueno. Somos idiotas (yo la primen). 

No podemos pretender que los demás se adapten a nuestras necesidades, exigiéndoles que sean y actúen como nos gusta que sean. Cada uno, como he dicho ya mil veces, es como es, igual que tú eres como eres, y tú decides si te apetece mantener una relación del tipo que sea, o no. Pero dejando al otro ser como es, sin pretender convertirlo en imagen y semejanza de lo que quieres o necesitas.
Un poco de EMPATÍA no viene mal, ponerse en el lugar del otro para ver qué siente, antes de juzgarle y equivocarte, y de camino hacerle pupa.


                           "El Lado Oscuro Del Corazón" (1992) [Eliseo Subiela]

No siempre recibes lo que das. No siempre das lo que recibes. No siempre te dan lo que necesitas. No siempre recibes lo que esperas.
Valora si merece la pena dar a quien te da poco, o recibir mucho de a quien no das, o si te dan lo que necesitas, o si a quien le das lo merece aunque no te de, y después, decide. Pero piénsalo.
Yo ya lo he pensado.


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"Ni tampoco hay nadie que ame, persiga y quiera alcanzar el dolor mismo porque sea dolor, sino porque a veces se dan las circunstancias de tal manera, que con esfuerzo y dolor puede obtener algún gran placer. En efecto, para ir a cosas insignificantes, ¿quién de nosotros asume algún ejercicio físico trabajoso si no es para conseguir alguna ventaja de él? Por otra parte, ¿quién censuraría con razón a aquel que quiere estar en un placer al que no siga ninguna molestia, o a aquel que huye del dolor con el que no se produce ningún placer? Pero sin duda acusamos y juzgamos como los más dignos de un justo aborrecimiento a aquellos que, ablandados y corrompidos por el encanto de los placeres presentes, cegados por el deseo, no prevén los dolores y las molestias que han de sucederles, y están en falta semejante quienes abandonan sus deberes por debilidad de espíritu, es decir, por huir de esfuerzos y dolores."
("Los Extremos del Bien y El Mal" por Cicero, año 45 a.C.)


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