martes, 11 de octubre de 2016

Amigos...

Amigos.
Menuda palabra, eh?
A-m-i-g-o-s.


Lo son todo.
Son tu vida entera.
Casi más que tu propia familia. Porque con la familia no eres realmente tú. Pero con los amigos, si.
Los amigos sí te conocen de verdad. Y tú los conoces a ellos. Perfectamente. Podrían contestar sin riesgo de fallo a 500 preguntas sobre ti y acertarlas casi todas. Tu madre no. Tu pareja tampoco. Tu vecino menos (aunque un poco más que tu pareja).

Elegimos a quienes queremos que formen parte de nuestra vida y colaboren a escribir nuestra historia. Porque ellos serán parte importante en ella. Están. Te completan. Y tanto tus mejores risas como tus peores momentos, también forman parte de las suyas.


A lo largo de la vida nos vamos encontrando con gente que nos va complementando en un momento concreto, que puede durar días, meses, o toda la vida (que es lo ideal y lo difícil).

Unos nos duran una borrachera, otros tres besos, otros unos meses y otros siempre. Cada uno te ha complementado en algo en un momento dado, por eso lo elegiste como amigo. Y él a ti.

Y es lo más bonito que hay en el mundo. Sentirse bien, identificado y correspondido por alguien a quien has encontrado por casualidad. Alguien con quien puedes ser tú mismo, con quien puedes contar incondicionalmente, sea cuando sea, para lo que sea y a la hora que sea. Alguien con quien pasar tu tiempo, con quien hacer planes, viajar, o simplemente echar una tarde de risas sin prisas.


Cuando eres pequeño o adolescente tienes miles de amigos, es más fácil tenerlos, ya que aún no tienes manías ni prejuicios, ni celos ni susceptibilidades absurdas. Todos te vienen bien. Y qué bien lo pasas.

Pero cuando eres adulto la cosa cambia. Por los desengaños que te has ido llevando, ahora eres más selectivo, más maniático, más celoso y susceptible, por lo que no te vale cualquiera. Eliges con más filtros, y aún así, la mayoría de las veces te equivocas. Porque esos amigos que creías que eran para siempre, después de un tiempo de gran amistad, han acabado por alejarse, o te has alejado tú de ellos. Quizá tenían una función en tu vida, llegaron, la cumplieron y salieron de ella... Sin más.


Un día, de repente, esa persona que tanto te complementaba y sin la que no podías dejar pasar un día sin contarle tus cosas, empieza a dejar de estar. Ya no está.
Y no sabes por qué. Nada ha pasado para que ese hilo se rompa. Pero se ha roto. Y ya pueden pasar tres meses sin que le cuentes tus cosas ni necesites saber de las suyas. Es raro. Desconoces a alguien que conocías. Cada día que pasa sin verlo, hace que poco a poco, pase a ser un desconocido, porque ya no sabes de su vida, ya no sabes qué le pasa o le deja de pasar.
Y qué pena. Que ese amor se desvanezca. Que ya no apetezca. Que desaparezca.


Pero llegan otros! A los que empiezas a conocer y te apetecen. Aparecen. Y te hacen semi-olvidar a los que antes estaban, y ahora ya no están.

Y así va pasando la vida, mientras tu padre es el mismo, tu hermana y tu abuela también. Pero tus amigos ya no son los mismos. Han cambiado. Y a los muy lejanos ya, apenas recuerdas. Sólo a los que nos dieron grandes alegrías o penas recordamos. A los demás no. Muchos amigos pasan por tu vida con poco protagonismo. Otros parece que van a ser importantes y luego quedan en nada. Y otros se quedan para siempre. A tu lado. Y tu al suyo. 

Amigos que son más que hermanos. Porque los has elegido tú.
Y a esos sí les has dejado saber cómo tú eres de verdad.
Y si te gusta alguien por cómo es, no tiene sentido que en algún momento deje de gustarte cómo es, a no ser que uno de los dos haya cambiado tanto que ya no sea la misma persona.
Pero aunque no tiene sentido, pasa. Todos los días. Por todos los sitios del mundo.
















Por esa razón, no hay que darle más vueltas. Porque no nos pasa sólo a nosotros. Debe ser ley natural.
Hay que darle vueltas a los que se quedan siempre, a los que saben lo que contestar cuando hablas, a los que sin palabras entiendes, a los que te siguen llamando aunque tú nunca los llames, a los que sigues llamando aunque ellos nunca te llamen, a esos que aunque no estén, están.

No lo son aquellos que sólo están cuando necesitan algo de ti o no tienen con quién estar, a esos no. Esos no son amigos. Aunque alguna vez lo hayan sido, pero ya no lo son. Ya han encontrado a otros que les llenan más que tu, igual que tú encuentras a otros que te llenan más que ellos. Así es.
Y muy importantes son con los que, sin llegar a conocerte del todo ni tú a ellos, hay un hilo que os une aunque sea cada 3 meses. Pero que ambos sabéis que estáis.
Los amigos no se miden por cantidad, sino por calidad. Puedes tener 1.400 amigos y estar solo. Puedes tener 1 amigo y sentirte muy acompañado.


La vida está llena de amigos. Pasados, viejos y nuevos.
Y los más importantes son los que están. Los que están siempre, los que están ahora.
Con los que puedes ser realmente tú.

¿Con cuánta gente puedes ser realmente TÚ?

Si quieres saber quiénes son tus verdaderos amigos, piensa en esto.
Esos son tus amigos. Los de verdad. Porque son los que te conocen y quieren estar a tu lado aún conociéndote.
El resto son simples conocidos. Pero no te conocen. Porque con ellos no puedes ser realmente tú, eres otra persona. Y eso es un coñazo, estar todo el día metiendo barriga o hablando de algo que no te gusta como si fuera lo que más te interesa. Esos no son tus amigos.


"Amigo" es una palabra muy bonita.
Cuanto más los cuides, más y mejores tendrás. 
Cuanto menos los cuides, menos y peores tendrás.

Si tienes amigos, es por algo...
Si no tienes amigos, también es por algo...

Los amigos necesitan atención y cuidados.
Si no se los das, se marchitan y mueren.

¿Y tú, con cuántos de tus "amigos" puedes ser realmente TÚ?


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1 comentario:

  1. Nunca nos paramos a pensar en estos temas, pero es necesario hacerlo. Gracias.

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